HISTORIA

A la comarca del Alt Empordà, Sant Llorenç de la Muga se sitúa en el Alto Valle de la Muga, en una zona también conocida como el Empordà de Montaña o la Garrotxa d’Empordà, por su terreno montañoso.

El centro urbano se encuentra situado en un meandro pronunciado del río La Muga, que atraviesa el término municipal en un recorrido de once quilómetros. El recinto amurallado de época medieval destaca por su buen estado de conservación, así como la mayoría de casas del casco antiguo. Paseando por el centro de Sant Llorenç de la Muga encontraréis rincones muy agradables que forman parte de la historia del pueblo: la muralla configurada por las mismas casas, los tres portales de acceso, las diferentes torres circulares o de base cuadrada, ubicadas en medio de la muralla; la iglesia parroquial de Sant Llorenç o el canal de riego que atraviesa el casco antiguo. Fuera de las murallas, el Castillo de Sant Llorenç, de propiedad privada y documentado ya el siglo XIII, y la Torre de Vigía (o de los Moros) acababan de configurar un sistema defensivo realmente complejo para la época.

Con poco más de 230 habitantes, Sant Llorenç de la Muga conserva el espíritu de un pueblo rural, tranquilo y muy acogedor, abierto al visitante y con un montón de actividades a lo largo de todo el año.

Un resumen muy breve de las etapas y hechos más destacados de la historia de Sant Llorenç de la Muga empieza en sus orígenes, que datan del año 972, momento en el que se encontró, documentalmente referenciado, un alodio situado en la parroquia de Sancti Laurentii de Sambuca, mención que se repite en varios documentos a lo largo del siglo XI.

Desde el siglo XV a mediados del siglo XVIII hay un aumento constante y progresivo de la población. La mayoría de las casas se dedicaban a la agricultura y a la ganadería, hecho que les permitía desarrollar la actividad textil de la producción de trapos. En el municipio mismo se realizaba todo el proceso de producción de los tejidos de lana, que después de su confección final se vendían a las ciudades de Figueres, Girona, e incluso Barcelona. En aquellos años, el rendimiento de explotar los bosques también había aumentado considerablemente y provocó un aumento rápido de la población.

Cabe destacar la etapa histórica a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, en la que se construyó la Real Fundición de Sant Sebastià de la Muga (1771-1794), dedicada a la fabricación de balas de cañón y municiones. La sobreexplotación de los bosques de encinas y robles para la producción de carbón, para mantener en funcionamiento la Real Fundición, provocó un cambio radical en el paisaje de Sant Llorenç y su entorno más cercano.

El fin de la Real Fundición fue una consecuencia del alto interés estratégico que representaba en aquellos momentos la fábrica de armamento del municipio, tanto para la monarquía española como para la república francesa. Precisamente, el 1794, durante la Guerra del Rosellón (o Guerra de los Pirineos), Sant Llorenç de la Muga fue el primer punto de Catalunya ocupado por las tropas francesas y donde tuvieron lugar las dos batallas de Sant Llorenç de la Muga, que fueron un intento de reconquista de la fundición por parte de las tropas españolas. La primera batalla presenta una versión diferente dependiendo de quién cuenta los hechos: para los españoles fue un modelo de mala suerte y, para los franceses, fue un modelo de mala estrategia. La batalla acabó con muchas bajas del bando español y los franceses no sólo mantuvieron la posición en la fundición, sino que también ocuparon el pueblo de Terrades.

En la segunda batalla de Sant Llorenç de la Muga, tres meses más tarde, las tropas españolas se dirigían a Sant Llorenç de la Muga a través de caminos rurales separados en diferentes batallones. Unos se perdieron, otros llegaron tarde y los que llegaron primero no supieron qué hacer solos. Así pues, los franceses contraatacaron y deshicieron el ataque español. Ante esta situación, las tropas francesas tampoco se sentían cómodas en medio de territorio enemigo, así que desde París se ordenó la retirada y la posterior destrucción de la Real fundición y los tres puentes de acceso al municipio.

De los inicios del siglo XX cabe destacar la tarea que desarrolló la familia Camps Armet en el pueblo de Sant Llorenç de la Muga. Era una familia bienestante y, de hecho, Albert Camps Armet (Figueres, 1849 – Barcelona, 1923) fue un senador en Madrid, influencia que aprovechó para proyectar la construcción de la nueva carretera de Albanyà hasta Figueres. También fue el impulsor del establecimiento de una comunidad de monjas que se encargaría de la escuela de las niñas del pueblo. Cuando murió sin descendencia, dejó sus propiedades a su hermano, Carles Camps Armet (Figuerfes, 1857 – Sant Llorenç de la Muga, 1939), con la condición de que si él también moría sin descendencia, dejaría las posesiones a la beneficencia. Y, unos años más tarde, así fue. Carles Camps Armet dejó el actual edificio del ayuntamiento para la instalación de la escuela pública y, más tarde, fue la sede de la Casa del Pueblo. El resto de posesiones las dejó al Hospital de Figueres.

Una placa del año 1925, que actualmente está colocada en la fachada lateral del ayuntamiento, sobre la puerta de la sala polivalente; las calles Paula Armet (madre de Albert y Carles) y Albert Camps y la plaza Carles Camps, centro neurálgico de la vida social y cultural de Sant Llorenç de la Muga, son una muestra de la inmensa gratitud del pueblo hacia la familia Camps Armet.

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